18 de octubre de 2011

Sierra de Rena o la embriaguez de la llanura


Fecha: 16 de octubre de 2011
Distancia: 58 kms.
Recorrido: Sierra de Rena y alrededores


Crónica del día
Está bien que se intercalen rutas tranquilas y sin dificultad para que nuevos bikers empiecen a formarse como Tréboles. Siempre se ha defendido que es un día de convivencia y no todo tiene que ser un "Puerto de la Cabra".

Sierra de Rena (perfecta para tréboles recién iniciados). Así rezaba la descripción para la ruta de hoy. Parecía una ruta tranquila, pero sólo lo parecía.


9:00 am, cafetería Millenium, llegaba yo con algunos minutos después de la hora esperándome encontrar un "record" de asistentes gracias a la descripción de la ruta “…recién iniciados”. Todo lo contrario. Tan sólo 13 trebolinos, que no es mal número, nos encontramos dispuestos a partir.


A falta de la presencia de El Cuñao y su Orbea nueva, el tema de la mañana, el "Induráin se actualiza". ¡El Induráin tiene bici nueva! Comentarios del tipo: “¡Qué gordo lo tiene!. – Lo qué. – El globo de la cubierta, mal pensao” by Huan Solo; “Con esas ruedas tan gordas, ahora no te caerás, no?” by El Bestia. Una máquina "toa" equipada, incluso con cámara de fotos/vídeo, a la altura de Induráin (de hace 10 años, más menos).

Después de la chufla pertinente y que acepté con buen agrado, el Presi, que para eso está, inauguró la ruta con un “id montando que nos vamos”.


Dirección al comienzo de la Vía Verde que nos llevaría hasta el apeadero de Rena. Al llegar al puente sobre el Guadiana el grupo lo enfiló, cual camino de hormigas, de uno en uno, haciéndonos pensar en quién le habría puesto el nombre "Vía Verde" a un camino lleno de rastrojos y ramas secas que inundan el paso.



Llegados al apeadero, giro a izquierda y enlazamos a través de un camino recto con la carretera EX-354 que llega hasta Rena, hoy domingo pocos coches. Atravesamos el pueblo hasta llegar a una cancela, que nos da el comienzo de la subida a la sierra.


Dos caminos, uno a izquierda conocido y otro a derecha, más abrupto y por explorar. “Vamos por la derecha” se aventura a indicar El Desgastador. “A dónde vas tío loco”, nos aventuramos a responder. Y entre ‘aventurar’ y ‘aventurar’, primera frase lapidaria de El Desgastador: “Por ahí se puede subir, hay marcas de coche. Si sube un coche, nosotros también”. ¡Uff, menos mal que hoy no venía Paquete!



Subiendo, al fin, por la pendiente derecha. Pendiente ascendiente un poco traicionera por dos motivos: Uno, por ser marcadamente inclinada lateralmente hacia la izquierda del sendero, por lo que en fila india la tomamos por la parte lateral más alta, menos yo, que no sé porqué tiendo a irme siempre a la izquierda, y que junto a mi equilibrio, se puso la cosa fea un par de veces. Y dos, la bienvenida que te daban los matorrales y arbustos que flanqueaban el sendero cada vez que te arrimabas a ellos, dejándote arañazos en las manos y brazos como recuerdo de tu paso por esos lares.



Y como todo lo que sube, luego tiene que bajar. Bajada difícil y muy pronunciada. Cada uno lo bajó como quiso, unos montados y otros iniciaron a pié y luego sobre la máquina. Una vez abajo se da uno cuenta del verdadero descenso que hacemos. Llegando hasta una alambrada que nos separaba del camino, haciéndonos levantar las burras a pulso para pasarla. “Vamos a ver si es verdad que estas bicis pesan poco” … “no sé, no sé”, me dije.


Una vez en el camino, éste nos lleva bordeando la sierra hasta llegar a Villar de Rena. En este trayecto pudieron suceder 2 cosas, que yo no fuera en uno de mis mejores días y además con montura nueva, ó que a los demás les diera por apretar el culo y les llamara el ansia de correr al verse embriagados por un camino eminentemente llano. En el resto de la ruta se demostró que coincidieron las dos cosas: mi caraja, y la embriaguez por la llanura.


Para cuando llegué rezagado a la entrada de Villar de Rena, el gran grupo estaba ya descansando en unos merenderos bajo un pinar, a la sombrita, ¡que buen sitio! Allí fue donde ajusté mi sillín, que no sé si por nuevo, me estaba rozando en demasía en partes cercanas a la declarada “zona protegida”. Comida, foto de rigor, y charla sobre nuevos proyectos.



Reiniciado el camino, se hace como se debe hacer, con la barrita energética todavía en el gañote, emprendimos una pronunciada, aunque corta, subida. Ésta desemboca en un largo descenso, camino muy pedregoso de grandes piedras sueltas. Yo iba, de nuevo, rezagado aunque con compañía, “¡Es imposible que nos hayan sacado tanta distancia con este camino! ¡Han tenido que bajar como locos!”, nos consolábamos entre nosotros.


Al final del descenso nos esperaban para encarrilar de nuevo una pista que nos llevaría hasta la alambrada que saltamos tiempo atrás. Durante el trayecto, algunos me decían que la super-mega-cámara que llevaba anclada al manillar era poco aerodinámica y por ello me costaba seguir el ritmo, demostrándoles que se inclinaba hacia abajo como si de un sistema DRS de Fórmula 1 se tratase. Claro, siempre que estuviera a una distancia menor de 1 segundo, que no era el caso.


Llegada a Rena y deshaciendo el camino realizado, es decir, carretera EX-354, camino de enlace hasta el apeadero de Rena, donde giramos a izquierda, bordeando un canal de riego que nos llevaría hasta las traseras del Secadero de Rosa, cruzando la carretera N-430, dejando más adelante el Castillo de La Encomienda a nuestra derecha hasta el antiguo puente sobre el río Guadiana. A todo esto seguían los trebolinos con el culo "apretao" dándole caña de la buena.


Llegados a Villanueva, sin pinchazos y sin caídas, unos peregrinaron al lugar de disfrute de bebidas reconstituyentes, a saber, la cervecita, y otros nos dirigimos a nuestro "Ciclo Home" donde nuestras "ingenieras jefes" nos estaban esperando para realizar labores de "mantenimiento".

Crónica por Carlos Induráin

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