¿Dónde está el camino?

Ruta: Sierra de Rena
Distancia: 49 kms.
Fecha: 26 de enero de 2014

Crónica
Mientras sea invierno está claro que cubrebotas, bragas, chaquetas y calzoncillos de cuello alto, son necesarios. Así lo demostró el día de hoy, donde después del día de ayer parecía que la primavera había llegado y es que el frío todavía domina en Invernalia, que quede claro.

Tréboles a manta se arremolinan en la estación, esperando que el bocinazo del presi dé el inicio a la salida. Y así buscamos la vía verde, al parecer va a ser rescatada de tanta desidia y sobre todo de tanta maleza y también de la rapiña de muchos palos para el disfrute privado del bien público. A más de uno le daba yo la receta, pero al contrario.

Buscamos por la carretera el pueblo de Rena y allí me encuentro a Avelino, con problemas en su pedal y en su biela, ya solito, abandonado por el gran pelotón. Ante mi más absoluto conocimientos de las artes mecánicas de la bicicleta y dicho sea de paso de todo artilugio mecánico, busco al gran grupo, el cual ya sube por la empinada cuesta que lleva al infinito. Pacorretales, el Señor de los Anillos y El Gurú, vuelven sobre los pasos para ver qué tal el susodicho compañero, pero ná. Le conminamos a que trate el tema con los gitanos y venteros ambulantes que plantan el mercadillo a las afueras, que seguro tienen de tó. Es así cómo solucionamos los problemas de este tipo, así que más vale que uno se averíe cerca o llamamos al coche de apoyo –generalmente un cuñao apañao o la mujer de uno-, siendo la segunda opción poco aconsejable, puesto que además de haberla cagao encima los kms. de vuelta se te pueden hacer muy largos.

Los tres bordeando la cuesta de la sierra, llegamos donde el grupo, pues el otro, bastante numeroso baja por una especie de cortafuegos. Vienen con cara de montaña rusa y cada uno desciende con su estilo, especialmente Martillo Pilón, quien tuvo la suerte de no ser sorprendido por un cochino jabalí en celo, sino con esa postura le hubiera llevado al mundo de la otra acera y hubiera tenido una experiencia salvaje en todos los sentidos. ¡Quién sabe! Igual hubiera merecido la pena y recordaría la bajada para toda la vida.

Reagrupadas todas, emprendimos el camino que bordea la sierra de Rena. ¡No se veía un carajo a veinte metros! Formamos un trío entre Martillo Pilón, Juan Imedio y yo mismo (gurú); delante un grupillo cabecero de unos cuatro o cinco tréboles. Poco a poco el ritmo lo va incrementando martilleando y yo les abandono. O más bien me abandonan. Así que comienzo en solitario la larga travesía por la niebla. Al rato un grupillo a muy buen ritmo me supera y encuentro la compañía de Tornibiker al lugar de encuentro, el pinar de las afueras de Villar de Rena. Mientras merendamos y nos enfriamos la Benemérita se nos acerca, y podemos comprobar que son conocidos, sobre todo de Cálaman, el cual se abalanza sobre ellos para que no nos hagan ni cacheos, controles ni nada por el estilo.

Vueltas a las andadas, ahora para atravesar la sierra. Tantos somos que vamos agrupaditos, como en el metro, subiendo metro a metro, mientras algunos nos sortean para adelantarnos e iniciar la bajada sobre el empedrado. Retomamos el camino hacia Rena y llegamos hasta la población sin novedad. Poquito de carretera y vía verde.

Hoy no hay pinchazos, ni hostias, ni ná que se le parezca. Así que alcanzamos la muy noble y leal villa, donde algunos se disponen a tomar unas birras en el chiringuito de La Bestia. Otros, teníamos compromisos que cumplir y seguimos pallaste.

Bueno, correliebres, que la niebla y el barro os dejen ver el lucero de la mañana.
Agur y hasta el domingo a las nueve.

Escrito por: Gurú