19 de agosto de 2012

La ruta de los coroneles


Fecha: 19 de agosto de 2012
Distancia: 60 kms.
Ruta: Villanueva-La Coronada-Magacela-La Mata-La Coronada-Villanueva

Crónica de la ruta
Semanas atrás, nuestro trébol coronel, nos propuso que participáramos en el día de la bicicleta que organizaba el pueblo de La Coronada en el transcurso de su semana cultural. Y cómo no, inmediatamente nos pusimos a su disposición, cambiamos el calendario y convocados quedamos para estar en la cita. El día fue ayer y eso es lo que me dispongo a relatar.
El número de tréboles a las nueve de la mañana era más numeroso que en otras ocasiones, el cielo estaba poblado de nubarrones que invitaban al pedaleo en buenas condiciones climáticas. Quizá, la presencia de una delegación gallega, hizo que el cielo les hiciera un guiño. Enseguida advertimos la presencia de nuestro gallego universal, Roberto, acompañado de su mujer y su inseparable perrito, quienes tuvieron la deferencia de acercarse y compartir ruta, en unos días que pasan en su tierra de adopción extremeña. Por otro lado, otro gallego, invitado por el Sr. de los Anillos, también se asomó al grupo trebolero y posteriormente compartiría jarritas cerveceras a la salud de la congregación. El sabor de la ruta comenzaba con aires galaicos: queso de tetilla, mejillones y albariño, faltaron; pero no así los septentrionales vecinos del otro lado del mapa.


La cita era a las diez de la mañana en La Coronada, así que no había que demorarse. Partimos en dirección al pueblo de los coroneles, pero para llegar a él, tuvimos que sortear un laberinto de caminos, con tal de no vadear el arroyo “aroma de cochón” que en otras ocasiones nos tocó sufrir. Así que la discusión se hizo presente: que no, que es por aquí,… que por aquí es todo recto… la cuestión se saldó con la opinión referente de nuestro Presi, aunque eso nos costara un bucle que nos lleva a Coronadilandia, con el repique de campanas de la torre del reloj, tocando las diez. Puntualidad británica. A diferencia de La Haba, La Coronada a estas horas no huele a tostaítas y café recién hecho. Se ve que aquí madrugan más. Huele a cemento mojado, consecuencia del discurrir de esos cubos de fregar, que han hecho su tarea higiénica en los largos pasillos de las casas bajas que pueblan la pequeña urbe. Hay arroyos que surcan las calles en sus desniveles, arroyos cargados de aromas de lejías y detergentes, con su espuma delantera buscando sus alcantarillas correspondientes, que llegarán quién sabe, quizá al esquivado arroyo aroma de cochón. Puede ser.

            El caso es que el nutrido grupo trebolero llega al lugar de quedada, en el corazón del pueblo, en el pilón, donde aguarda el grupo de los amigos de Campanario, que ayer se dieron una brutal paliza, y un grupillo de coroneles, animados de ver entrar a tanto gentío. Nos esperábamos ser recibidos por banda municipal, banderitas coronando las fachadas, quizá un tentempié, familias con niños en bicis y triciclos, pero que va… aquello fue como ¡Bienvenido Mr. Marshall! Foto de grupo y palante. Dimos una vuelta por el pueblo y Haykesperarle me comenta la existencia de un Videoclub. Parecía como un descubrimiento del Paleolítico. Las carátulas estaban descoloridas en el escaparate. No me llegué a acercar, pero igual eran de Esteso y Pajares, no sé, la verdad, si eso seguía funcionando o estaba allí como un monumento a la etnografía coronela.


A estas alturas ya estábamos despistados, pues Abel el Coronel, comienza a marcarnos el nuevo itinerario. Por cierto, en todo momento estuvo atento al personal, lo cual es muy de agradecer, e incluso nos guió al final para enlazar con el camino a Villanueva más directo. Iniciamos la subida que nos lleva a ver la estela de Magacela a lo lejos y bajar por ese ancho camino, surcado por enormes rodadas, que en una de ellas hizo caer a Dejanter, sin más consecuencias que las del susto. Comentaba que la estela de polvo que dejábamos detrás, se asemejaba a esas migraciones de ñúes atravesando el Masai, para al final cruzar el río Mara. ¡Qué cultura nos han dado esos documentales de la 2!: bajamos el tono de la tele, también bajamos las persianas del salón y ya está: la magia del universo africano entraba por nuestras retinas y zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz… Bueno, sigo: el Mara, no lo atravesamos, pero el arroyo del Molar, lo cruzamos por encima del pequeño puente de piedra que tantas veces hemos sorteado.


También, la vía del ferrocarril Ciudad Real-Badajoz, hasta llegar por ese estupendo camino delimitado por las tapias de pizarra, a Magacela. ¿Y ahora qué hacemos? Enfilamos la vereda que por la espalda del castillo va ascendiendo paulatinamente. Unos hicieron el bucle de la subida al castillo, los más rezagados, tiramos pueblo abajo hasta el pilón, lugar de reunión de la familia campanariense-coronela-trebolera. Peazo de grupo. ¿Y ahora qué volvemos a hacer? Abel nos invita a seguir hacia La Mata y luego de nuevo a La Coronada. Él manda hoy, así que obedientes y sumisos hacemos lo que nos dice. Al dirigirnos a La Mata, nos cruzamos con un nutrido grupo de ciclistas de Don Benito, son adictos al asfalto y nosotros al polvo, que por cierto, nos lo hemos comido, bebido, esnifado, impregnado a toneladas. Al coronar la pequeña cuesta del yacimiento, hemos echado en falta a Loli, la guía, quien en tantas otras ocasiones nos ha recibido con una sonrisa entre sorpresiva y socarrona, ¿pero de dónde coño han salido estos descerebraos? –habría pensado más de una vez-. De nuevo foto de grupo y vuelta al camino.




En otra ocasión hemos pasado por este camino que nos lleva a La Coronada, un camino que nos enseñó en su día, el que hoy es nuestro guía. Los que encabezan el grupo en este tramo van a ritmo que aguantan todos, agrupados, relajados, a pesar de ser hoy grupo bastante numeroso. De tal manera, que todos juntitos, llegamos a La Coronada, donde callejeamos y nos despedimos de los amigos de Campanario y La Coronada. Agur.


El Coronel, nos acompaña para enfilar el camino más recto. Induráin, va con problemas en su rueda, ha perdido aire, y unos pocos nos quedamos atrás para seguir juntos. A lo lejos, el grupo delantero, más numeroso, se ha perdido y están dando vueltas a la altura de la fábrica de tubos. Uno de los caminos, al parecer ha desaparecido. Cogimos otro camino que ya nos dirige al Canal del Zújar y de ahí hasta la carretera de circunvalación, también los gallegos vienen atrás, departiendo y formamos el grupo del final que nos lleva directamente a la terracita del Pedro de Valdivia, que se ha convertido ya en un clásico de nuestras quedadas finales.


Bueno, jornada numerosa y sin incidentes, que nos devuelve a esas grandes jornadas de compartir kilómetros. Saludos y hasta Rena, correliebres.

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