9 de mayo de 2012

El tronchacadenas, ese gran desconocido


Fecha: 6 de mayo de 2012
Distancia: 45 kms.
Ruta: Las Boverías
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Crónica de la ruta
Menudo chaparrón que cayó el sábado. Excusa perfecta para meternos en el caparazón y no salir hoy, pero no, somos tréboles y no galápagos, así que aquí estamos contando peripecias dominicales. El Trébol ha crecido tanto, que cada domingo tenemos el don de la ubicuidad: hoy ruta treboliana + IV Ruta Cicloturista Sierra de Pela, donde había una delegación de los más asylvestersalloneados del grupo.



Curiosamente 16Válvulas, al cual le creíamos con el cuchillo entre los dientes, abriendo veredas en la Sierra de Orellanita, aparece con su flamantísima Mondraker, muy elegante con el blanco y negro que la envuelve. El tío, está más ancho que un pavo real, y así abre su cola multicolor. La crisis no se instala en el grupo, pues no se deja de estrenar monturas: sé de uno, que no deja de frotarse las manos con nosotros.



Las Boverías es una ruta que se me olvidan los caminos cuando la termino, pero que la voy recordando conforme la vamos trazando. Es una ruta de lo más entretenida, bastante molona y por eso vamos en plan bien dando pedaladas por la misma. No hay una conversación, sino muchas y de momento los charcos tampoco aparecen. El caso es que como últimamente no tenemos incidentes, sobre todo tema pinchazos, la fama que nos envuelve de tardones, se va diluyendo como un azucarillo.






Lo que sí es verdad, es que cada vez que paramos nos ponemos a hablar como unas maris, esperando que nos despachen cuarto y mitad de chope. Ahí queda eso. Por delante, siempre va Tete, solo, hoy tiene comunión y tira del grupo, el resto vamos subiendo poco a poco hasta el cruce de las cagalutas –creo que debiéramos pensar un nombre más poético-, es el cruce del paso canadiense donde se toman los caminos en dirección sur, este y oeste. Justamente por el oeste, aparecen tres bicicleteros enfundados en un maillot de Tactic y pertenecen al Club Cicloturista Río Ortiga de Don Benito… ya he perdido la cuenta de la cantidad de peñas que hay en Calabazonia. Sí que hay gente que se dedica a esto, y vuelvo a pensar en ese que sigue frotándose las manos. ¿Por qué no hay tantas peñas en Villanueva como en Don Benito? La razón es clara: todos están en el trébol, vamos ya por el socio nº 52, que se dice pronto. Perdonar la falsa modestia, pero es verdad.



Subimos la cuesta del cruce hacia el sur, siguiendo la estela del Arrazauces. Por aquí ya empieza a estar el barro más sueltecillo, así que vamos dejando unas huellas que no haría falta ser piel roja para seguirlas. Cuando llegamos al caminillo que baja a un arroyo, unos canes nos reciben haciendo un coro de ladridos. El más grande, un perráncano marca mastín, nos sigue, de tal forma, que nos apretamos como los piñones y hacemos la maniobra tortuga de las legiones romanas, como diciéndole: “venga, elige, canilla, que te vas a enterar”, aún así no hay uniformidad en las filas y alguno suelta algún chuuuuuuuuuucho, que no es muy pedagógico. Todo se salvó sin incidentes.






Subimos cuesta, que antes tenía un socavón, hoy tapado y traspasamos cerca para ir por la finca de las ovejas. A partir de ahí, buen ritmo, hasta que llegamos a una zona de barro con subidas en el sentido en que nos dirigimos. Un auténtico gilipollas, montado en un 4x4, apunto está de arrollarme, un frenazo para demostrar su auténtica gilipollez, casi termina con una plácida mañana de domingo. ¡Hay que ser cenutrio!¡Y yo pensé que con la crisis, éstos se habían acabao! 






El caso es que a las ruedas las saturamos de barro y atravesamos un peazo de charco, que era la madre de todos los charcos, tan grande era que pensábamos que aquello tenía 4 mts. de profundidad, esa profundidad que tenemos en nuestro imaginario, pues era la profundidad que tenía la piscina de Villanueva en lo hondo. Crecimos pensando que cuatro metros, era lo más hondo que había en el mundo, para nosotros era como la fosa de Las Marianas, ya no podía haber algo más profundo que aquello.






Pasado el Amazonas, un trébol, no aparece: Induráin. ¿Habrá sido engullido por el barro? o ¿eran arenas movedizas? No, no… ya vemos su silueta y su cámara para inmortalizar cómo se abren las aguas a su paso. Una vez atravesado, nos dirigimos hacia los Guzmanes, por la cara amable, que no con cierto esfuerzo la subimos sin piolet. Ahora toca bajada hasta la carretera de las Cruces. Se hace ameno el paseo, hablando con el Martillo Pilón y así llegamos a Don Benito, una vez atravesada la periferia de Villanueva, tomamos el camino hacia la City. Y en esto aparece el tema: ¿Alguien tiene un tronchacadenas? Pues claro que sí, casi todo el mundo lo tiene, venía en la bolsa de herramientas que el Lidl saca cada dos por tres. Otra cosa es, cómo utilizarlo, porque pensándolo bien, no estaría mejor llamarle ¿componedor de cadenas?, porque troncharla no es precisamente lo que queremos hacer, ¿o no? La verdad, de vez en cuando se te pasan unas cosas por la cabeza, que muchas veces te dices si no hubieras sido capaz de inventar el Existencialismo, pero como todo en la vida, llegas tarde.






Atravesamos el arroyo del Campo, no sin antes, esperar que alguien la pifie y aunque no es así, el rato de risas está garantizado. Al final, Villanueva y lavado de burras en Carrefour. Y hasta el próximo domingo, Correliebres.



NOTA: El próximo domingo animamos a todos los tréboles para que se inscriban en la Ruta organizada por el Ayto. de Villanueva. La quedada será a las 9:00 en el lugar de siempre, para estar a las 9:30 en el Pabellón, todos juntitos. Agur.













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