Recorrido: La Serena (sentido inverso) Vva.-La Coronada-Campanario-Magacela-Vva.
Fecha: 20 de noviembre de 2011
Distancia: 53 kms.
Descarga del Track
Track Online
Como “La Milla Verde” (o... “The Green Mile”) se conoce y denomina al pasillo del corredor de la muerte de la penitenciaria de Cold Mountain en el estado de Luisiana (Estados Unidos) donde los condenados esperan a su ejecución. Hoy domingo hemos tenido nuestra propia milla verde, o más bien roja. ¡Comenzamos!
La ruta decidida para hoy es la misma que se hizo el día 18 de septiembre pasado, pero esta vez en sentido contrario. Aquel día nos juntamos un récord de 31 bikers. Me acerco al lugar de encuentro a la hora habitual y al llegar miro a un lado y otro buscando a los tréboles, más bien a más tréboles, porque allí se encontraban tan sólo 5, y yo 6. Un número muy pobre a lo estamos últimamente acostumbrados.
Ya conocíamos las bajas para hoy de Lobosolitario (marcando una ruta en la Sierra de Montánchez) o La Bestia que estaba ¿malito? (hay gente que dudaba de ello). Poco a poco fueron apareciendo más tréboles con cuenta gotas, cerrando el grupo Paquete, que llegaba tarde pero justito cuando enfilábamos la Calle Hernán Cortes para iniciar la ruta.
Al final, 12 tréboles. Primera decisión del día. Comenzando la carretera del canal dirección La Coronada se decidió no ir por el camino por el que se rodó el día de la Marcha Cicloturista Carlos Cuadrado por dos motivos: el primero porque es una pista arcillosa y nos encontraríamos tierra demasiada resbaladiza; y el segundo, porque nos podríamos encontrar de nuevo con el guarda jurado de la finca de la nueva termosolar que se está construyendo, y no tentemos la suerte, no sea que esta vez nos saque la escopeta.
Por tanto, alargamos nuestro rodaje por el asfalto del canal hasta llegar al puente de la tercera balsa de regulación de agua del canal, donde giramos a la derecha y comenzamos los caminos de tierra. Camino en ligero y continuo sube-baja ascendente, que a pesar de la lluvia caída era muy rodable. Pero había algo que estaba pasando y que hacía presagiar que algo iba a suceder. Algo era diferente a todos los demás días: ¡Paquete iba en un grupo trasero!. A todo esto, esta vez yo no visité el suelo (no había bancos de arena), pero sí un vallado de una finca. “Mira que dicen que los obstáculos no hay que esquivarlos sino pasar por encima de ellos”.
Pues… gracias a la rueda delantera.
Llegamos a la altura de la carretera, la bordeamos unos metros y la cruzamos para llegar a La Coronada, no sin antes pararnos Teles, Pablo ‘El Cántabro’ (creo, perdón si me confundo) e Induráin, por una llamada urgente que reciben del Hospital: “Se han quedado sin luz”, por tanto, sin Internet, y sabemos lo que eso significa. Pequeñas instrucciones y continuamos para alcanzar al grupo. De camino nos encontramos a Paquete que viene en nuestra busca y llegamos al grupo que esperaban en el parque de la charca de La Coronada.
No habíamos recorrido ni 500 metros por el camino en dirección a Campanario y notamos algo repentino bajo nuestras ruedas. Tropecientos kilos de barro rojizo pegados a las cubiertas de las ruedas y que se iban convirtiendo en pelotas de barro y pajas en la horquilla y en las vainas, llegando a bloquearlas. Pié al suelo y a empujar. -¡Dios mío, donde nos hemos metido!.
Los zapatos recogieron el barro que no habían cogido las ruedas. No podías rodar ni andar. Se había convertido en nuestro pasillo del condenado. En ese momento nació en cada trébol el instinto de supervivencia. ¡Cada uno con su pellica! Intentabas andar y empujar, y cada 10 metros (o menos) parada para urgar en las pelotas de barro y sacarlas a puños como podías. Algunos intentamos echárnosla al hombro, pero desistimos después de comprobar que compraste una bici de 12-14 kgs. y con el barro consigues una de 30 kgs. o más.
Una voz en la lejanía (creo que de Huan Solo) nos daba instrucciones: -“Id por la hierba”. ¿Qué hierba? Una estrecho pasillo de hierba que se levantaba a los lados del camino, nuestra propia “milla verde” y que aparecía y desaparecía como los ‘ojos del Guadiana’; ¿o tal vez se refería a las hojitas de hierba que también se levantaban por la superficie del sembrado?, en el cual a cada paso levantabas medio sembrado pegado a la suela del zapato. Ésta fue la lucha del hombre-trébol y la naturaleza, pasando, cual condenado a muerte, lentamente por la ‘eterna milla verde’, pues no sabíamos donde estaba el final de dicho ‘embarral’.
Pasado este tramo, el camino continuaba con barro que hacía en algunos momentos deslizar la rueda, pero te permitía ir montado. Llegados al primer arroyuelo que nos encontramos en el camino procedimos a una pequeña limpieza de nuestras monturas. Al menos daba para rebajar un poco el peso extra que llevábamos en ellas, aprovechando la parada para comer algo, puesto que el último esfuerzo hecho había desgastado las fuerzas.
Llegamos a Campanario por el polígono industrial y emprendiendo el camino que nos llevará al Centro de Interpretación de La Mata. Sin prisas pero sin pausas, ya que habíamos perdido bastante tiempo en el camino embarrado. Una vez en La Mata, corta parada para reagrupar, conversación con el hombrecillo de allí y arreando de nuevo.
Dirección a Magacela, algunos tréboles comentamos que empezamos a ir justos de fuerza por el derroche gastado en empujar las monturas luchando contra el barro. Mientras, algunas gotas caen muy dispersas que nos hacen mirar al cielo. Pero nada. De esta forma llegamos al pilón de agua donde no hacemos casi ni la típica ‘paradinha’ para admirar su agua fresquita, como es habitual. Miramos el reloj y vemos que es más tarde de lo que esperábamos, y antes de llegar a casa, todavía quedaba pasar por el ‘túnel de lavado’.
Cogemos pista hacia Villanueva y empieza a formarse un grupo delantero que, para terminar la jornada, se les ve con ganas de pique. Tal es el pique, que al llegar a la zona donde el camino hace una Z, ellos continúan recto y los demás cogemos el camino tradicional. Más adelante nos unimos y llegamos juntos al puente sobre el ferrocarril en Las Mimosas. Es allí donde nos damos cuenta que no hemos hecho todavía la foto inicial de la ruta, eligiendo por votación popular, el parque infantil aledaño para hacerla. Como niños que somos en el fondo, discrepábamos en que sitio hacerla: que si en los toboganes, que si en los columpios. Al final, ni pa’ ti, ni pa’ mí, en medio.
Una vez cumplido con el ritual habitual, el grupo se dividió, unos pararon para una cervecita rápida, y otros nos fuimos directos a túnel de lavado. Todo un dineral para quitar el “chocolate” y volver a recuperar el color original de las monturas.
Emplazando a los tréboles a la siguiente ruta del próximo domingo, cuando realizaremos la denominada Ruta de la Conquista Trébol, aunque todos los tréboles tendrán la mente puesta en lo que viene después y no es otra cosa que …………… la entrega de diplomas oficiales del club a los más destacados miembros durante el año 2011, lo necesario para llenar esa pared vacía que toda casa tiene. ¡Ah! y de paso nos comeremos el JAMÓN.
Escrito por Induráin.
Ya hubiera yo aprovechado tanto barro y me hubiera fabricao un botijo. ¡Qué desperdicio!
ResponderEliminarBuena crónica, lo del barro me lo esperaba por la zona y por lo que llovió el sábado.
ResponderEliminarIndurain muy buena la crónica pronto de llaman del periódico HOY para que escribas las crónicas de los Tréboles, y si estaba y estoy malito pero creo que este domingo me acabo de curar con el jamón, je,je, saludos
ResponderEliminarIndurain esta muy bien la aventura redactada,pero creo que esos caminos arcillosos deberíamos evitarlos cuando llueve pero bueno sí no se pueden evitar pues al barro je,je..
ResponderEliminarEl Papa
¿SABÍAIS QUE EL USO DE LA BICI CON BARRO ES MUY ABRASIVO Y QUEMA LOS FERODOS DE LAS PINZAS DE FRENO, JODE LOS RETENES DE LA SUSPENSIÍON Y SE COME LA CADENA Y RESTO DE LA TRASMISIÓN? Evitarlo es lo mejor por el bien de vuestra máquina y si es arcilloso más aún. Además cuando luego la lavas con la pistola a presión (por que si no no sale, estais acortando la vida de la bici DE NUEVO. ;)
ResponderEliminar