10 de febrero de 2020

El regreso (The return)



              De nuevo volvemos y con ganas de no dejar pollo con cabeza. El sadomasoquismo es una práctica que cualquier trébol agradece. Os gusta. Pues nada aquí tenéis a vuestra dominatrix dispuesta a flagelaros con mi látigo recién engrasado.


              Creo que en los últimos tiempos se ha perdido el sentido del humor en esta peña, sois demasiado serios, dispuesto nada más que a superar kilómetros, desniveles y no sé cuántas gilipolleces más. Estáis presos de aplicaciones que os controlan y encima, lo agradecéis. Pues para esos estoy yo, para bajaros de vuestro mundo irreal y virtual.

              17 tréboles protagonizan esta anticrónica, perdonadme pero algunos os conozco poco y a otros nada, pero no hay nada más cariñoso que un buen apodo para empezar a familiarizarnos. Se trata del vínculo treboliano, cuando uno es bautizado empiezas a formar parte de tu avatar. Atrás dejas los juanes, davides, rafaeles, ramones, antonios, joseses y demás y nos ponemos el disfraz de las cuatro hojas y pasamos a ser caballitos, imedios, pacorretales, llaneros, etc. Es necesario en esta tarea, que aquellos miembros de esta secta se sientan identificados, no pueden ir por esos caminos insondables sin un nombre, por favor. Estos niños son huérfanos y en esta labor jesuítica voy a poner todo mi empeño.
              Salimos a las nueve, como casi siempre y nos faltaba nuestro führer, nuestro caudillo, nuestro duce, la luz que ilumina nuestros senderos: el señor de los anillos. También nuestro Tricolor, imagino que pegando tiros estaba. La cuestión era clara: no teníamos jefes, así que nos sentíamos libres cual corcel en la pradera meneando nuestra melena al viento. Nos esperaba la sierra de Rena y cinco jinetes enfilaron la cuesta; el resto, los sabios claro está, nos tiramos por el camino que la bordea. Allí el llanero perdió el culotte, arrebatado por un alambre y las gafas de 750 €. Volvió pero no las hallólas. Dentro de 3.000 años será un objeto no identificado, examinado y expuesto en una vitrina de algún museo arqueológico.

              
              Camino del Villar otra sorpresa nos esperaba: tenía cuatro patas y un rabo, cuestiones estas insustanciales, porque lo que de verdad nos acojonó era una boca que parecía la boca de metro de la puerta del Sol. Un mastín blanco de algo más de 200 kilos se apretó una carrera con esa bocaza que nos hizo apretar el culo y algo más: Induráin, el Llanero, Juan Imedio y yo mismo, empezamos a dar zapatilla como si no hubiera un mañana. Yo creo que el perro no comía desde el año 2013. Atrás un grupo de tréboles observaban el espectáculo y querían sangre, eran como los romanos en el Coliseo. Pero esta mañana no queríamos ser el desayuno del can, así que otro día será.
              Llegados al descanso, cada uno sacó su chorizo y su queso y Pacorretales nos inmortalizó una vez más. De regreso a la city, atravesamos la sierra esperando a tres tréboles que habían sido engullidos por la agreste natura. Al parecer Caballito, sí digo bien Caballito, que no salía con nosotros desde el mismo año que el perro no comía, había tenido que pararse a inflar la rueda.
              Sin más sobresaltos llegamos a Villanueva. Algunos traían el kit post-ruta, que consiste en 5 € de curso legal o lo que es lo mismo, un bono para dos consumiciones de líquido elemento (jarra y pedal, la filosofía del ciclista de montaña).
              No quisiera despedirme de un nuevo avatar: Capitán Espárrago, a quien le dedico esta crónica. Al resto no bautizado, sólo decirles que no se preocupen, ya llegará. Y como decía nuestro protagonista de Piratas del Caribe: Esto no puede ser un sueño, porque si lo fuera, habría ron.

El Gurú
(El contracronista suplente)

2 comentarios:

  1. Efectivamente amigo, cuando la competividad entra por la puerta... el humor sale por la ventana. También se extrañaban tus crónicas.

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  2. Muy buena crónica, que alegría poder disfrutar de tus palabras. Un abrazo.

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