Ruta: Ruta 67
(Embalse de Orellana)
Distancia:69kms.
Fecha:23 denoviembre
de 2014
Crónica
La verdad es que en mi caso no
había mirado el tiempo que íbamos a tener el domingo por la mañana. El viernes
no lo vi y el sábado tampoco, así que me enfundé la chaqueta térmica y me puse
la braga para cuidar a mi delicadísima garganta y así salí. El grupo era lo
suficiente para ir entretenido e intercambiar impresiones y eso a pesar de la
ruta que se organizaba este mismo día en Madrigalejo, de la cual no tengo
noticias –eso de no pertenecer al grupo del guasap me deja ajeno de cualquier
noticia de última hora y por otro lado, vivir tranquilo-.
A las
nueve y diez salimos en dirección al badén de Villanueva por la carretera, la
cual la continuamos hasta desviarnos a la izquierda para llegar al Guadiana,
cruzar la carretera que une Valdivia con Entrerríos y avanzar hasta el Camino
Real. Antes, un perrillo atado con una cadena nos recibía con unos ladridos
nada amistosos y una banda de avutardas es avistada por Tricolor y Juan Imedio,
pero yo por mucho que me volvía no conseguí verlas, imagino que es por tener
poco desarrollado el sentido de la caza o porque no tengo fe.
Tricolor
nos acompaña con un híbrido por bicicleta, mezcla de carretera y montaña, es
como un mulo porque no es ni una cosa ni otra. El Camino Real tiene un sube y
baja que atiza y exige, así que los primeros sudores se deslizan por nuestras
pieles embutidas en tanto textil sintético. A mí me empieza a sobrar la braga y
llegados al Cortijo de Perales me la meto en la mochila. La primera parada es
para tomar algo de aliento y Tricolor se despide vuelta a Villanueva, el resto
vamos dirección a más cuestas y buscamos el pantano orellanense. Un montón de
motos nos sobrepasan y las cuestas piden y exigen de nuestro esfuerzo, y ya va
habiendo miembros que nos estiremos en el pelotón, grupillos, tréboles
desperdigados, alguna culebrilla y ovejas de vez en cuando.
Ahora
bajada vertiginosa hacia el pantano, para enfilar una cuesta que rompe el ritmo
y te machaca. Así llegamos al nuevo chiringuito que hay en la orilla de
Campanario, tiene buena pinta el jodío y allí nos desayunamos plátanos, zumos,
frutos secos y demás viandas. Foto de rigor y selfie posterior. ¡Menudas
vistas!, mientras se entrecruzan en el walkie la conversación de una madre y su
hijo:… estás chirichi!
Al coger
la pista del canal, un Renault 6 se nos aparece y hace que Lamerquel que venía
junto a mí casi se sale. Apretamos el paso y nos desviamos por el camino.
Previamente, una bajada a la que se la suma una subida empinadísima que sirve
al Sr. de los Anillos para inmortalizar la peripecia rutera.
En la
conversación la actualidad: Podemos, el Pequeño Nicolás, Cristina Pedroche,… en
fin, no sé por qué orden. En esto nos detenemos en medio de la dehesa, pues el
Afilaó ha pinchado –luego lo volverá a hacer-. Lo cual se aprovecha para que el
Presi nos obsequie con un integral, al que nos tiene acostumbrado por otra
parte, de su cuerpo danone.
El ritmo
empieza a ser alto y se aprieta a la menor oportunidad, fraccionando el grupo
hasta llegar a la carretera que ya no abandonaremos hasta llegar a Villanueva.
Aunque hubo reagrupamiento en el badén el ritmo ya no parará de subir dejando
sin aliento a los que veníamos justitos de fuerza.
Al
llegar, Pablo, nos dice que viene pinchado y allí le dejamos con el Desgastador
para que le ayude a solucionarlo. Era la una y veinte y los enjuagues bucales
decidimos dejarlos para mejor ocasión.
Cronista: Gurú
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