6 de octubre de 2013

Dando de qué hablar


Fecha: 06 de octubre de 2013
Distancia: 46 kms.
Ruta: Finca Las Boverías
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Crónica de la ruta
Salí de casa a las nueve menos diez y tardo en llegar al lugar de las quedadas menos de cinco minutos, es decir que no eran las nueve cuando acudí a la estación, pero… allí no había ni un alma. Una extraña sensación recorre mi cuerpo: ¿hoy es domingo?, ¿son las nueve?, ¿se ha quedado en otro lugar?... la respuesta está en el movimiento de rotación de la Tierra.
Buscando el sol que más calienta, el trío de tréboles que ya se encontraba allí, se había desplazado unos metros, lo que provocó el desconcierto en los animales de costumbre que somos. Reunidos el grupillo y una vez hecho los honores de bienvenida a los nuevos, el Coronel nos espeta con un “estoy hasta los coj… de venir por Don Benito”, ante tan clara aseveración no nos queda más remedio que hacer la ruta en sentido Calabazonia. En busca de la rotonda de la piedra-pinchá-en-un-palo,  nos adentramos en el indómito mundo urbano de la ciudad vecina, donde el lugar más transitado a esas horas es el centro de salud.



No tenemos mu claro por dónde discurre la ruta, pero Pacorretales dispone hoy de un artilugio ante el que nos tenemos que plegar. El tamaño del dispositivo GPS anda entre un TV de 32” y una Pizarra Digital, si no está bien centrao en la barra de la bicicleta, puede desestabilizar al ciclista. Caminos hacia Doña Blanca, paso por el vadeo guarreras del Ortigas y llegada al cruce donde hay que decidir: izquierda o derecha. Algunos para la derecha, otros para la izquierda, estamos groguis como un boxeador de esos tailandeses que acuden a los Juegos Olímpicos y ya no saben si también se pueden utilizar las piernas.

La opción final fue tirar hacia la izquierda, como no podía ser de otra forma. Buscamos la cancela para hacer el tramo de subidas y bajadas hasta los chaparros reunidores o congregadores, otra costumbre que se ha convertido en ancestral. Allí, Caballito ha sufrido un puyazo con dos trayectorias en su rueda, un pincho de dimensiones colosales ha atravesado la cubierta y se ha alojado sin ganas de soltar el habitáculo. Sesión de bocatas, algunos considerables como el caso de Cálaman y vuelta la burra al carro, para atravesar los pedruscones del paso de la chumbera. Reagrupamiento en el siguiente cruce y tiramos hacia las Boverías. La silueta del mirador en el puerto de La Cabra se vislumbra al fondo y algunos son presa de su ninfomanía bicicletera, pues ha habido que atarlos como a Hannibal Lecter para que no cometan una tropelía. Poco más adelante, un grupo de buitres buscan comida entre los acongojados carneritos y ovejas del rebaño de la finca, que no se dan espacio ni para cinco centímetros, nosotros hicimos lo mismo.



Tras nueva parada en el cruce de las cacas redondas o cagalutas, con foto para la posteridad, iniciamos bajada al Puente de la Pared, donde el pelotón se ha estirado enormemente, siguiendo así y a muy buen ritmo hasta alcanzar la Cruz de La Haba. Despedimos al Coronel, más tranquilo que al inicio, un grupo de parroquianos nos azuza y vitorea al paso de la terraza donde se encuentran a la espera que el sol alcance unos metros más arriba y poder degustar algún pitarrero local.

De ahí hasta Villanueva, ya se sabe, los duros caminos de las ¿4 cuestas?, infinitas. Es buena hora, y algunos hemos decidido saborear unas rubias sin mirar tanto el reloj como otros días, así que ayudamos a montar la terracita y nos clavamos unas birras, pero el día no había terminado ahí, pues vimos aparecer la figura de Carlos “Arreones” con cuatro puntos en su barbilla y un dolor de cara que ni Poli el Potro de Vallecas haciendo de sparring de Thyson. ¡Ya es mala leche caerse en la puerta de casa!
Cuando me subo a la burra me advierten del pinchazo, así que decido hacer los metros hacia mi casa junto a la bici.

Próximo SÁBADO, subida a la Bola. Quedada en Villanueva a las 7:45 y salida desde la Plaza de Almoharín a las 8:30.

Agur correliebres y que el astro sol nos acompañe desde el principio.

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