28 de noviembre de 2012

Volando voy, volando vengo




Fecha: 25 de noviembre de 2012
Distancia: 67 kms.
Ruta: Orellana (Ruta 67)

Crónica de la ruta
Por tercer domingo consecutivo, una veintena de tréboles nos hemos congregado para asistir a una ruta sin descanso. Por el recorrido no se puede decir que la ruta sea exigente, por la distancia ya se va complicando, pero hoy por el ritmo la hemos convertido en media-alta. Camarón lo cantaba: volando voy, volando vengo, por el camino yo me entretengo, pero esto último ná de ná. Ni un mísero pinchazo, ni una avería, ni un apretón inoportuno, hoy no ha habido tregua. Resultado: 22,6 kms. de media.

Cuando llego al lugar de las quedadas, ya se habían dado cita unos seis o siete tréboles y allí estaba Tricolor con su recién estrenada Orbea Occam o, como se escriba, de 29 pulgadas. Yo iré por la mía el día 23 de Diciembre, una vez que los niños de San Ildefonso me den licencia. Espectacular e impoluta, adjetivo este último aplicable a las burras de Caballito y Micromachine, que parecen estrenarla cada vez que salen, ¡no sé cómo se las apañan!, a éstos les contrataba yo para limpiar quirófanos, joé qué precisión en el paño. Pasado casi un cuarto de hora, los veinte de las últimas semanas. ¡Adelante!






Hoy vamos en sentido del canal, para volver por el Camino Real, quizá más suave que a la inversa, pero joé no a este ritmo. Ya desde el principio se lleva uno alegre, sobre los 25 kms. y las conversaciones se pueden hacer sin entrecortarse la respiración. Al vadear los dos badenes que van hacia Valdivia, en el segundo nos desviamos por el camino que sale a la derecha. Recorridos unos metros del citado camino, nos damos cuenta que algunos tréboles se han retrasado, la razón es que iban a soltar lastre o marcar territorio según se mire. Uno de ellos era Cálaman, que lo vemos a lo lejos como un puntito en el camino, pero ¡coño! un peazo mastinaco de dos metros de alto por cuatro de ancho, le persigue, menos mal que las canillas las pone a buen recaudo, porque éste no tenía intenciones de lamerle las zapatillas. Poco más adelante, la primera cuestita que te pone las pilas, vamos que te quita el frío mejor que un carajillo.



Durante unos kilómetros seguimos por el canal secundario hasta volver a internarnos en tramos de caminos, algunos aún empapados por la lluvia y recordamos nuestro “jartitos de agua” particular. Por allí nos esperaba El Papa, que había salido un poco antes de su Orellana natal y nos recibe como un paparazzi apostado bajo los árboles que a esa hora no dan sombra que apetezca, pues la mañana es fresquita. A partir de aquí, terreno ondulante, las fuerzas de élite se desmarcan y los amateur nos toca pedalear para que no nos caiga la noche. Llegamos así al canal, donde el Galleguiño nos comunica que nos abandona para llegar al curro a buena hora, así que cruzado el pantano de Orellana tira pa Villanueva.



Entre tanto, nos desayunamos al pie del agua. No sé qué poder de atracción tiene el líquido elemento que nos empuja a acercarnos a ella, alguno habrá escuchado algún canto de sirena. Por mi parte, me arrimo a la orilla pa lavarme la cara, pues la tengo que tener como un Rambo cualquiera de los salpicones de arcilla que me han ido saltando. Tengo la impresión de ser un ñú abrevando en el Mara y dispuesto a que en cualquier momento me salte un cocodrilo y me apañe los cuartos delanteros y más de uno con los ojos clavaos en mi espalda, pensaría lo mismo… no, creo, que no. Será el único momento de paz para los malvados que diría Induráin.



De nuevo, vuelta al ruedo y na más empezar nos aguarda la cuesta hacia el camino Real. Sin ser excesivamente dura, pero sí tendida, nos va poniendo en fila de uno como hormiguillas haciendo acopio de víveres para el invierno. Cuando llego al comienzo del camino, se ven pocas hormiguillas, pues han tirado para adelante en su afán del ritmo frenopático, no hay descanso. Aquí es donde nos abandona El Papa, que vuelve sobre sus pasos. En un grupillo final de cinco-seis vamos quemando camino y no a mal ritmo. El resto nos espera en el Cortijo de Perales para agruparnos y marcarnos unos cuantos kilómetros como si fuéramos el pelotón del Tour de Francia, por lo menos. El chirriar de las pastillas de freno es acojonante, somos tantos que seríamos capaces de volver a conquistar Sicilia, el sur de Italia y el Oranesado, junto a  Neopatria… y las Azores como se pongan muy tontas.



Decidimos en un nuevo reagrupamiento seguir por carretera hasta Villanueva. Las piernas duelen, el culo duele y el solo pensamiento de trincarnos una cerveza, nos redivive y allí es cuando nos sentimos tréboles íntegros, en la terracita del garito. Nos llevamos la sorpresa que se nos han adelantado dos tréboles que salieron por otro lado, el Pequeño Asaltamontes y Manostijeras, que abandonan mesa para que la ocupemos nosotros. Cerveza bien tirada y fresquita para Pacorretales, Juan III, el Gurú, Caballito y Tricolor, éste nos abandona tras un ataque de tos y antes de que el camarero nos pusiera la segunda, la suya también y que por no tirarla nos la bebimos.



En fin, próximo finde y si el tiempo no lo impide: subida a "La Bola". Yo saldré tres días antes y os espero arriba. Os vuelvo a decir lo mismo: “no vuelvo a juntarme con vosotros”.

Saludos correliebres volanderas y que Cancho Blanco nos coja confesados.

1 comentario:

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