Ruta: Camino de
Magacela-La Haba-Doña Blanca-Trialeras del Ortigas
Distancia: 40 Kms.
Fecha: 14 de junio de
2015
Crónica
Casi dos meses sin montar en
bicicleta y ya estaba deseando subirme a una burra junto a los tréboles. Mañana
perfecta pa quedarse en la cama, pero como cada domingo, una fuerza
sobrenatural nos arrebata de las sábanas y nos arrastra hasta la estación del ferrocarril.
Hay algo en nuestro cerebelo que no funciona bien, eso está claro, pero ya no
por nuestras actitudes –que también- sino por nuestras conversaciones. Es lo
que se ha venido a llamar el surrururalismo
dominguero.
Nos juntamos 23, que no son
pocos, me parece que igual que apóstoles en la última cena de la secta de los
trebolianos. Un número mágico, como el de Jordan. Enfilamos hacia Magacela
–después de haber vuelto a casa por los bidones- y nos encomendamos a la voluntad de Martillo Pilón, le dejamos hacer,
es nuestro guía, nuestro führer, el duce de los tréboles, el inconsciente que
nos señala el camino y al cual seguimos sin rechistar.
Cuando
íbamos a subir la primera de las cuestas que hay antes de llegar a Magacela,
nos desviamos hacia la derecha y atravesamos el olivar. Primer mosqueo. ¿Adónde nos llevará? Al poco, lo
descubrimos: la cuesta de Amalio o la cuesta del Codo, un nuevo nombre que
descubro. Los primeros metros me sirven para que me adelanten y de paso hago un
repaso a los familiares de Teles en segundas y terceras generaciones que le
anteceden. El primer zasca, para empezar a desentumecer músculo. Me lo tomo con
calma, pues mi colmillo retorcío así me lo indica e incluso alguno dejo un poco
atrás. El resuello lo tomo cuando culmino, no me echo un cigarro porque lo he
dejado, sino me lo echo.
Reagrupamiento
general, cuando Teles me vuelve a decir que al poco vamos a subir otra cuesta.
Y me mira a mí. Gracias, Teles: yo
también te quiero. Miro al reloj y son las diez y poco y mi pensamiento me
traslada a la cocina de mi casa y empiezo a imaginar el olor a las tostaítas.
Todo para digerir mejor la segunda cuesta, no vaya a ser que se me atragante.
El caso es que la he pasado medianamente bien (entiéndase para lo que soy yo,
que a diferencia de Nairo Quintana no crecí en el altiplano, ¡claro, así
cualquiera!, lo nuestro tiene más mérito, vivir a 300 metros sobre el nivel del
mar, que cuando subes de los 500, ya te falta el oxígeno).
Terreno
de sube y baja y pelotón más estirao que el Duque de Edimburgo. Quedamos, eso
sí, a comer (algunos ya habían empezado) en Doña Blanca. Aparcamos bicicletas y
en tol medio de la polvera junto a unos canchales decidimos sacar las viandas.
Comprobé que después de casi dos horas, nadie había sacado el tema futbolero y
decidí dar el paso. Un par de zascas y enseguida el trapo sirvió para animar el
cotarro. Por supuesto mezclamos fútbol y política para no reconocer la
supremacía blaugrana.
Teles El intrépido, nos lleva por las
trialeras, aunque cinco desertores decidimos no seguir en esta obnulación;
Sioux y Sedas por delante, y luego Juan Imedio, Carlosbiker y el Gurú por
detrás, con una conversación bastante animada. Al llegar al Ortigas nos
detenemos. Llamo vía móvil al Presi, pero no me lo coge. Llamo a Teles y me
dice que están en ello. A lo lejos se oyen los graznidos de un grupo de
tréboles que a esas horas se están jartando de pasto y quién sabe si de
garrapatas. Cuando salen de la maleza, aparecen como unos Rambos cualquiera y
resoplando de haber escapado del laberinto.
Tomamos
dirección La Haba y avivamos el ritmo. Para no ir directamente a la City, se
escoge un camino hacia Don Benito, sin llegar. A esas alturas, a alguno le duele el culo y se le ha adormecido el duodeno,
según sus propias palabras. Jarrrllll, pecador de la pradera.
Tengo
que decir que hoy nos acompañan tres o cuatro yogurines que vienen a completar la plantilla treboliana y que se
convierten en el futuro de la peña. Eso está bien. A un par de ellos los damos
caza a la subida de los depósitos hasta alcanzar el Burguer King. Decidimos
acercarnos a la plaza e inmortalizar la mañana.
Después
un par de cervezas en el Cervantes, cervezas hoy multitudinarias, pues 14 ó 15
tomamos la terraza del templo treboliano. Allí nos valió para emplazarnos en
una asamblea definitiva y seguir con nuestro peculiar humor.
Cronista: Gurú
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