Ruta: Sierra de
Utrera (salida y llegada a Guareña)
Distancia : 52kms.
Fecha : 06 de diciembre
de 2014
Crónica
Era la última de las seis rutas
fuera de Villanueva propuesta
mayoritaria que fuera aceptada por la peña. Nuestro compañero El Guareñés ejercía de anfitrión y no
se podía fallar, a pesar de las dudas que tenía quedaron resueltas la tarde
anterior. Voy, aunque tenga que volver a toda prisa, pues los compromisos
personales me reclamaban.
Salimos Juan Imedio y el que escribe en busca
de Guareña y sus indómitas sierras.
No se veía un panizo, más allá de veinte o treinta metros estaba la nada, el
abismo y el caos, lo desconocido en definitiva. Vamos que no sabíamos lo que
nos íbamos a encontrar en el más allá. Y tanto fue así que nos trasladamos hasta
la piscina de Guareña, que más parece
un búnker de la II Guerra Mundial y allí lo que había eran unas cuadrillas de
escopeteros madrugadores y nada de tréboles. Así que teléfono al ristre y
llamada a nuestro Presi: - Veniros pacá, al pabellón… y coño, si
nos costó llegar entre laberintos de naves y la espesa y densa niebla
guareñesa.
Allí
estaban los tréboles arrecíos: el Presi,
Sedas, Guareñés, Pacorretales, Saltarín, Sioux, Martillo Pilón y Rafa, creo
que no se me queda nadie atrás, en total una decena, dispuestos a pasar frío y
lo que hiciera falta. Guareñés, nos
va diciendo por dónde vamos, que si la Lagunilla,
el Olivar, los patos,… pero vamos,
hoy es más cuestión de fe y es que la sierra de Utrera tiene que ser mu bonita.
La ruta
es de sube y baja constante, y ya se nos avisa que nos olvidemos de las
penillanuras serenianas, que no nos podemos relajar. Una ingente montería vemos
a lo lejos, caravana de coches sedientos de animalillos inofensivos. Pedazo de
cuesta y búsqueda para internarnos en lo más profundo de la sierra. Hay una
inclinación tremenda que hace detenerme y subirla jadeando junto a mi burra.
Esto no ha hecho más que empezar.
Abandonamos
una amplísima senda, estupenda y grande para internarnos en mitad del bosque
sobre una vereda minúscula con múltiples saltos para quedarnos allí los dientes
del plato y los propios. Filas de a uno, y mirando por si algún oso pardo nos
sale de entre la maleza. Salida de nuevo a otro camino espectacular y de nuevo
abandonamos el mismo para otra vez adentrarnos
en otra vereda si cabe más estrecha. Ya son ganas de castigarnos, pensaba yo y
de vez en cuando me acordaba de mi sofá, mis pantuflas y mi cafelito con
tostadas que era lo que debía estar haciendo a eso de las diez de la mañana y
no tragando salpicones de barro y pasando frío como un perrillo chico.
Llegamos
a un alto –el refugio- donde teníamos
que repostar. Mientras, unos grupos de niscaleros se posicionan para la
búsqueda matinal. Foto correspondiente y de nuevo a los andurriales. Ligera
bajada para inmediatamente subir y luego volver a bajar para después subir hasta el mal llamado
castillo de La Pajosa. Único momento
del día donde se aclara la mañana y podemos disfrutar en parte de tan estupendo
paisaje. Reflexiones en voz alta y comentarios sobre lo andado.
Ahora
volvemos hacia abajo y luego parriba, en fin, a estas alturas ya he perdido la
cuenta y lo mismo nos da norte que sur o venga que vamos. Lo único que sé es
que cuando salimos a la cancela que indica la subida a la Pajosa nos detuvimos allí, donde El Saltarín tuvo que tomar re-animator, pues iba notando la falta
de costumbre en el pedaleo y de ahí hasta Manchita
y luego Guareña, pues se puede decir
que no lo pasó bien del todo.
La
niebla se hacía cada vez más pesada y volvíamos por el territorio de Invernalia. Charcos de dos metros de
profundidad que había que vadear como pudiéramos, toros de más de 700 kilos que
nos miraban curiosos y se preguntaban ¿qué
hacen estos pájaros por aquí?, de esta forma llegamos a Manchita y cuando cogimos ya camino de Guareña, una peazo cuesta nos da la
malvenida. Cómo costaba subir ya tan empinado camino!! Niebla-niebla y más
niebla y cada vez más cerrada. Me quedo pedaleando con Pacorretales y veníamos preguntándonos dónde se habían llevado a Guareña. Por fin, llegamos al pinar que
se encuentra cercano al pabellón donde habíamos dejado los coches.
Hubo que
subir las burras embarradas, pues ya era la una y algo y había que salir
escopeteado entre la niebla.Bueno, lo dicho: ¡qué bonita debe ser la Sierra de Utrera! Agur correliebres, y que
la niebla no os impida ver a los osos pardos corriendo tras de vosotros.
Cronista: Gurú
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